Bajó del tren y vio que, a lo lejos, destacando su hermosa melena morena entre la multitud, ella le estaba esperando. Sin pensarlo dos veces soltó las maletas y, abriéndose paso entre el gentío, salió corriendo a su encuentro. Hacía más de tres meses que, por cuestiones de trabajo, había estado fuera de casa. Se fundieron en un abrazo y él, ajeno a todo lo que les rodeaba, la estrechó fuertemente girando con ella un par de veces. El bullicio se convirtió en murmullo y los avisos de megafonía anunciando trenes de ida y vuelta, de costumbre estridentes y molestos, pasaron casi inadvertidos. Solo oían los latidos de sus corazones, acompasados, al unísono. Y así estuvieron varios minutos, sin pronunciar una sola palabra, como flotando en una burbuja aislada en medio de la multitud. La gente, sonriente, les miraba casi con envidia.
Poco a poco, los viajeros y sus acompañantes fueron desapareciendo del vestíbulo de la estación de tren y las indicaciones de la megafonía dejaron de golpear la cúpula. Quedaron solos.
- Cariño –dijo ella de repente, con la mirada como perdida en la lejanía- debemos ir a la policía.
- ¿A la policía? –exclamó él, alarmado- ¿Y eso por qué?
- Tus maletas han desaparecido.
Por Víctor Pérez - © 2010 en adelante
¿Reencuentro? ¿Despedida? Chi lo sa! |